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viernes, 16 de enero de 2015

KANT Y LA CENSURA. Extraído de O. KÜLPE. "Kant"

Kant y la censura

"La vida retirada y laboriosa de Kant sufrió una ruda perturbación a consecuencia de un conflicto con el Gobierno. En octubre de 1794 recibió Kant una orden, refrendada por el ministro Wöllner. En ella se decía "La más alta personalidad del Estado ha visto, desde hace mucho tiempo, con gran desagrado, el mal uso que hacéis de vuestra filosofía, desfigurando y menospreciando algunas doctrinas fundamentales de las Sagradas Escrituras y del Cristianismo, como lo habéis hecho principalmente en vuestra obra Religion innerhalb er Grenzen der blossen Vernunft ("La Religión en los límites de la razón pura"), y en otros folletos. No dudamos que vos mismo comprenderéis que de este modo procedéis impunemente contra vuestro deber, como maestro de la juventud, y contra nuestros paternales deseos. Apelamos al testimonio de vuestra conciencia y esperamos que en adelante evitaréis nuestro desagrado, y que, en cumplimiento de vuestro deber, pondréis vuestro prestigio y vuestros talentos al servicio de los altos intereses de la patria, como es nuestro paternal deseo. En caso contrario, nos veríamos precisados inevitablemente a adoptar medidas desagradables". Todos los profesores y docentes de Filosofía y de Teología de la Universidad de Königsberg tuvieron que firmar, además, una declaración, según la cual, se abstendrían de dar lecciones sobre la doctrina religiosa de Kant.

La rudeza del ataque a la libertad docente conmovió profundamente a Kant. Tal atropello no hubiera sido posible sin un cambio radical de criterio en el Gobierno. El ministro von Zedlitz, el gran colaborador de Federico II, había sido uno de los más fervorosos admiradores de Kant y de su filosofía. Estudiaba los extractos de sus lecciones, que con gran celo se proporcionaba, y escribió a Kant cartas sumamente cariñosas, que demostraban su respeto y admiración. Kant mostróse tan agradecido a estas deferencias, que le dedicó con nobles y sentidas palabras su "Crítica de la razón pura". Al morir Federico el Grande, en 1786, le sucedió en el trono su sobrino Federico Guillermo II, príncipe afeminado, mojigato, dado a los placeres y débil de cuerpo y de espíritu. Ya en 1788 había desaparecido Zedlitz y fue sustituido por el predicador Wöllner, que muy pronto impuso un dogmatismo cerril e intransigente a párrocos, estudiantes y maestros de Teología.

En relación con estos asuntos se estableció una mezquina censura. Una de las principales causas fué el recelo con que se veía el interés que en Alemania despertaba la Revolución francesa. Todos los espíritus avanzados la consideraban como un acontecimiento trascendental para el progreso y para la humanidad. El mismo Kant veía originariamente en ella un testimonio del poder incontrastable de las ideas morales. La lucha de la libertad contra la fuerza, de la autonomía contra la heteronomía y la autoridad, de la igualdad ante la ley contra la injusticia y el capricho al uso en aquella época, se reputaba como empresa digna de todo esfuerzo. Pero precisamente este interés público por la Revolución francesa pareció sospechoso y lleno de peligros a los gobernantes prusianos

Estas reprensiones a Kant fueron motivadas porque su obra sobre la Religión apareció en su primera edición, a pesar de la prohibición de la censura de Berlín, por intervención de la Facultad de Jena el año 1794; y ya en el año siguiente se hizo de ella una segunda edición. Ya en marzo de 1794 escribía Federico Guillermo II a Wöllner: "No debe consentirse por más tiempo la publicación de los funestos escritos de Kant". Wöllner prefería un procedimiento más suave, pero el Rey mismo le obligó a proceder con más energía. Si no se hizo así ya en el mismo año 1793, fue debido a la guerra con Francia. A ello contribuyó también un artículo de Kant sobre el Fin de todas las cosas.

Kant conocía perfectamente lo que en contra suya se tramaba en Berlín. Aunque preveía su destitución de la cátedra, publicó el folleto, en el cual protestaba enérgicamente contra el nuevo régimen de la Iglesia. Entre otras cosas, dice: dondequiera que, una autoridad arbitraria trata de imponer violentamente el Cristianismo, pierde éste completamente su fecundidad y simpatía. El Fundador del Cristianismo no se dirigió a los hombres a título de tirano, sino de amigo del hombre. Este folleto se publicó en el verano de 1794, y el rescripto del Gobierno en octubre del mismo año.

Kant contestó clara y noblemente a los reproches que se le dirigían. Como maestro de la juventud no se había permitido jamás juicios sobre las Sagradas Escrituras y sobre el Cristianismo. En sus lecciones se atenía a los manuales y textos aprobados. Tampoco como maestro del pueblo, es decir, como escritor, se había propasado a decir nada contra las órdenes y escritos de las autoridades, porque su libro sobre la Religión era incomprensible para el gran público y sólo iba dirigido a los profesores y sabios. Que las Facultades eran libres para juzgarlo, según su leal saber y entender, y que ni aun por su contenido merecía el libro semejantes censuras. La armonía que en él se establecía entre el Cristianismo y las más puras y racionales creencias morales era precisamente su mejor y más irrefragable apología, ya que tantas veces se había desfigurado el Cristianismo y se continuaría desfigurándolo en el porvenir. Agregaba, además, que se abstendría en delante de hacer manifestaciones públicas sobre Religión. Me parece lo más seguro, decía, afirmar solemnemente como fidelísimo súbdito de la eterna majestad real, que en adelante me abstendré de hablar públicamente de Religión natural o revelada, ni en la cátedra ni fuera de ella en mis escritos. Más adelante confesaba Kant que había empleado deliberadamente la expresión "eterna majestad real" para no renunciar a la libertad de pensamiento definitivamente, sino sólo durante la vida de este rey."


(O. Külpe, "Kant", ed. Labor, Barcelona, 1925) 

"Curiosidades y anécdotas sobre Kant"; extaído de la página 

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