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lunes, 24 de febrero de 2014

El último Machado. Por F. J. Díez de Revenga. Revista Ágora

RECORDANDO A ANTONIO MACHADO, EN EL 75 ANIVERSARIO DE SU MUERTE EN COLLIOURE
                                                  
                                                                                   Antonio Machado, en 1936.

El último Machado



                                         Por Francisco Javier Díez de Revenga
        

         Los últimos días de Antonio Machado, en enero y febrero de 1939, transcurrieron en el pueblecito francés de Colliure, muy cerca de Perpiñán, donde el poeta murió el 22 de febrero, y en cuyo cementerio permanecen sus restos, junto a los de su madre, Ana Ruiz, muerta el día 25. Habían salido de España, en enero de 1939, y habían cruzado la frontera, el día 27, andando debido al embotellamiento de vehículos que se había producido en la carretera fronteriza en Port Bou. Antonio tenía sesenta  y tres años, y estaba enfermo del corazón y de los pulmones; su madre era una menuda anciana que cumpliría, el 4 de febrero, los ochenta y cinco años. Habían partido de Barcelona, su último lugar de residencia, el día 22 de enero, dado el avance en Cataluña de las tropas del general Franco. Un mes justo de vida le quedaba a Antonio y sería el más penoso y triste de su existencia porque todo lo perdieron, y cuando llegaron al Hotel Quintana, de Colliure, nada tenían. Les acompañaban José Machado, el hermano de Antonio, su esposa Matea, y el escritor español Corpus Barga, que habían encontrado en la frontera y que les ayudó a llegar hasta el hotel.
        
       Todo esto lo relata con detalle en su último libro, recién publicado, el hispanista francés, buen amigo de Murcia, Jacques Issorel, catedrático emérito de la Universidad de Perpiñán. Se titula el volumen Último viaje y último verso de Antonio Machado, y recopila en él algunas investigaciones anteriores, entre las que destacan diversas entrevistas grabadas en los años setenta y mantenidas con testigos de los últimos días de Antonio en Colliure. El volumen lo ha publicado en Santander la colección «22 de febrero», con motivo del 73º aniversario de la muerte del gran poeta español.
        
         Había desarrollado Machado una actividad intensa durante la Guerra de España, primero en Valencia, a donde fue evacuado con su familia por el gobierno republicano desde Madrid en otoño de 1936. Sus artículos en la prensa de esos años eran sensatos, emocionantes y muy respetados por todos. Los últimos meses, en Barcelona, desde abril de 1938, no impidieron que su labor continuara. Como señala Issorel, «sigue escribiendo textos admirables en verso y en prosa y nunca se niega a satisfacer las muchas solicitudes que recibe de revistas y periódicos: “Ahora que está uno tan viejo, tiene más ganas de trabajar que nunca. Yo no paro”, confiesa a Eduardo de Ontañón».
        
        El volumen de Jacques Issorel recoge también su trabajo sobre el último verso de Antonio Machado, el que desde hace muchos años cierra las obras completas: «Estos días azules y este sol de la infancia». Tras la muerte de Antonio, su hermano José halló en el bolsillo de su gabán un modestísimo papel en el que había escritas algunas anotaciones, entre ellas este hermoso verso alejandrino, que, tal como analiza Issorel, es un prodigio de expresividad, ya que une a su condición de verso perfecto con una excelente calidad acústica (los dos hemistiquios en que se puede dividir comparten la misma cadencia rítmica con sus acentos en primera, tercera y sexta sílabas), y con su paralelismo morfosintáctico en la construcción de ambas mitades (demostrativo-sustantivo-complemento). El verso recupera la memoria de Machado desde un presente luminoso (estos días azules) en la costa mediterránea del Midi francés, en un febrero anticiclónico, con el recuerdo del pasado, del sol de la infancia, tan presentes (infancia y sol) en su poesía. La significación léxica y semántica de ambos tiempos, expresados en las dos mitades (estos días y aquella infancia: presente y pasado) quedan vinculados a sensaciones luminosas representadas por el azul de un cielo despejado y por el sol de la Andalucía de la niñez. Con un expresivo quiasmo, que cruza días e infancia con azules y sol, representaciones intelectuales del tiempo con las representaciones sensoriales de la luz y del color.
        
         No hay en la historia de la literatura española un verso igual, un verso que él solo pueda evocar con tanta intensidad la añoranza y la recuperación de una infancia dichosa y cálida en un momento final  de una vida agotada, pero sensible a la luz de un cielo azul limpísimo. Los grandes motivos de Antonio Machado, el día, el sol, la infancia y el color azul, se concentran en este verso final para recoger en el último momento de su existencia el impulso final de toda su poesía, siempre tan vital y tan evocadora de los recuerdos, tema central en la lírica machadiana.


artículo publicado en La Opinión de Murcia, viernes 16 de marzo 2012

REVISTA ÁGORA DIGITAL FEBRERO 2014

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