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sábado, 4 de enero de 2014

Canción de la torre más alta. Rimbaud /Nuestros maestros/La poetría



Chanson de la plus haute Tour

Oisive jeunesse
À tout asservie,
Par délicatesse
J'ai perdu ma vie.
Ah! que le temps vienne
Où les cœurs s'éprennent.

Je me suis dit : laisse,
Et qu'on ne te voie :
Et sans la promesse
De plus hautes joies.
Que rien ne t'arrête
Auguste retraite.

J'ai tant fait patience
Qu'à jamais j'oublie;
Craintes et souffrances
Aux cieux sont parties.
Et la soif malsaine
Obscurcit mes veines.

Ainsi la Prairie
À l'oubli livrée,
Grandie, et fleurie
D'encens et d'ivraies,
Au bourdon farouche
De cent sales mouches.

Ah! Mille veuvages
De la si pauvre âme
Qui n'a que l'image
De la Notre-Dame!
Est-ce que l'on prie
La Vierge Marie ?


Oisive jeunesse
À tout asservie,
Par délicatesse
J'ai perdu ma vie.
Ah! que le temps vienne
Où les cœurs s'éprennent.




      CANCIÓN DE LA TORRE MÁS ALTA

 
    Ociosa juventud
a todo sometida,
por delicadeza
perdí mi vida.
   ¡Ah! ¡La hora
de la rebeldía
prenda en los corazones!


    Deja y olvida
y que no se te vea,
ve sin la promesa
de más alta alegría,
      me dije. Ya es la hora,
que nada te detenga,
maravillosa huída.

    Tuve tal paciencia
que olvido sin medida;
el temor y la pena 
a los cielos se huían.
       Y la sed   
enfermiza
oscurece mis venas.

     Ya la Pradera
del olvido crecida
está, y para mí
florecida
    de incienso y maleza
con el bordón que zumba
de cien moscas cochinas.


Ah, son las mil viuditas
de un alma tan pobre
que no tiene porfía
más que en Nuestra Señora.
     ¿Es que se le reza
a la Virgen María
ahí abajo un rosario?

    Ociosa juventud
a todo sometida,
por delicadeza
perdí mi vida.
   ¡Ah! ¡La hora
de la rebeldía
prenda en los corazones!

                                                             Mayo 1872
                                                             Arthur Rimbaud

                                                               Versión de Andrés Acedo




 Esta "chanson" de Rimbaud, escrita tras su retirada a Charleville en la primavera de 1872, buscando sosiego y ofreciéndose de exvoto para que su amante, Verlaine, tuviera oportunidad de recomponer su matrimonio, resuena viva como un grito en la soledad de los campos una mañana de la Edad Media.

Todo el terror a la nada de la materia, sentida al unísono que el temor a la "muerte en vida"- lo convierte el poeta en gozo a través de una alquimia insólita, una mística que no cede ante la autoironía ni el sadismo en las imágenes de autodestrucción. Las mil viuditas que revolotean en torno a una pobre alma no consiguen sino llevarla a un infierno de irrealidad. El poeta encuentra un ácido gozo en satirizar su augusta retirada -maravillosa huída, hemos traducido nosotros, sin poder apuntar toda la ironía de esa expresión, toda la amargura y la felicidad que tiemblan juntas en las dos palabras que escribió el poeta -auguste, retraite-. Evasión y decepción. Decisión, recogimiento y extenuación. Y éxtasis. Clímax de un juglar a lo místico.

Una sencilla canción de mayo y uno de los grandes poemas modernos, entre lo escatológico y lo espiritual, entre profanadora y ascética o elegíaca (tema de la despedida o el adiós al mundo), entre la seriedad y la parodia: en cualquier caso, el poema de Rimbaud escapa de cualquier interpretración parcial. Quizá, porque sus mismos términos esenciales se convierten entre sí: la paciencia es también mierda, y como en ciertas visiones de Dalí, lo más bajo y fisiológico es también lo más espiritual, y viceversa. La aniquilación que acompaña a la sed malsana es parecida a una buena cagada y sugiere en analogía el desprendimiento místico.

Pero, estos ribetes solo forman una sombra demasiado suelta del dibujo total del poema. Internamente a la composición, se debe encontrar su magia inexplícita en cualquier análisis lógico. Así, tentando en el territorio del poema, a pie de obra: no solo hay una relación equívoca de contraste y simpatía entre las palabras y los símbolos que encierra (torre, clausura de un alma, virtudes del corazón, como la paciencia y la renuncia; imaginería devota, medieval, primavera florida, juventud, convertidas en sombras de muerte y de olvido); hay una oposición entre las mismas estrofas del poema (cinco sextinas pentasílabas) y la composición total. Esas cinco estrofas culminan en otra final, que es repetición de la primera, a modo de estribillo y evocación del asunto principal. Estamos ante una canción; no hay que olvidar esto. Si cada estrofa introduce, por separado, un efecto paródico y ácido, que incluso recuerda finalmente a una misa negra (en la quinta estrofa), el sentido total del discurso de la canción es alegre, inocente, tal que las canciones de inocencia de William Blake, en fin, un canto de primavera. (Y un canto de liberación, o una ilusión de rebeldía, como quiere sugerir nuestra versión). Extraño, sin duda, este efecto de máximo desacorde entre las partes y el todo, que produce una máxima poesía en su conjunto. 
                                                                         Andrés Acedo

           ÁGORA ENERO 2014 

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