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viernes, 17 de mayo de 2013

Metafísicamente, sí se puede. Un día es un dia. Diario politico y literario de F. M..../ 45

     
                                METAFÍSICAMENTE, SÍ SE PUEDE

                                                              Publicado en La Opinión de Murcia, 15-3-2013


El pasado jueves la manifestación en contra de la reforma de la enseñanza pretendida por el ministro Ignacio Wert, fue en Murcia un río humano que alegró, por unas horas, las orillas del Segura. Ni un solo incidente; una voluntad pacífica unánime, manifestándose para que en este país se tomen en serio las cosas importantes, como es la educación de los jóvenes. No puede ser que cada hijo de su partido, cada ministro de turno recalifique y reforme en ese terreno a su guisa.

Recuerdo que hubo una sola ocasión anterior en que pareció, por un momento, que se iba a abordar un pacto por la educación. En la agonía del zapaterismo líquido, el ministro y ex rector de la Universidad Complutense de Madrid, Ángel Gabilondo estuvo a punto de lograrlo. Fue la única ocasión seria en toda la democracia que llevamos desde 1978.

Hemos tenido ministros de Educación de diversas ideologías y procedencias profesionales, unos que provenían de la Universidad y eran solo expertos en su especialidad, como el sociólogo José María Maravall; otros, como Esperanza Aguirre o Mariano Rajoy, que se enteraron de las responsabilidades de Educación el día en que asumieron la cartera ministerial.

Gabilondo fue una excepción en la constelación de los responsables del Ministerio de Educación, tanto de un signo político como de otro. Él provenía de la Universidad, nada menos que de la Complutense, como Maravall; pero, además, era el rector y catedrático de Metafísica (hay que tener mucho prestigio intelectual y académico, no para ser lo primero, sino para poder ser lo segundo: un señor catedrático de Metafísica). Era un hombre entregado a los problemas de la educación, como lo fueron, en su momento, los hombres como Francisco Giner de los Ríos, su sobrino Fernando de los Ríos, Antonio Machado, José Ortega y Gasset, o Miguel de Unamuno, el escritor y rector de Salamanca a quien la República quiso encargar este asunto de Estado de capital importancia: la educación; aunque las circunstancias hicieron imposible ese intento.

Tampoco llegó a nacer la reforma educativa de Gabilondo, quizá por el noble carácter de este hombre y por su firme voluntad democrática de lograr antes un pacto con todos los sectores de la Comunidad educativa. Casi tenía ya Gabilondo el consenso de un 75 por ciento de ella, pero quiso el ministro socialista oír y consensuar la reforma con todos: con los de la tiza y el hisopo, y también con padres y alumnos de todas las competencias. Se alcanzaría una buena ley si, primero, la reforma respetaba tres fundamentos: el consenso de la Comunidad educativa, no ser partidista y tener voluntad de estabilidad.

La peor ley -dice Platón en Leyes- es la que cambia constantemente. Tuvimos aquella ocasión, y se perdió; quizá por la debilidad anoréxica del Gobierno en esos momentos, que no estaba para apoyar a fondo a su ministro de Educación. Cuánto mal trajo esa debilidad, hasta trajo este otro ministro de ahora, Ignacio Wert, que es hombre de su partido, estricto en su disciplina ideológica, serio, aunque poco original; un señor educado y hasta simpático en la entrega de los Goya; un hombre derecho y Licenciado en Derecho; sociólogo -también como Maravall-, técnico en sondeos políticos y ex tertuliano de radio, pero que no es -ni de lejos- catedrático de Metafisica.


                                                                   Fulgencio Martínez
                                                                Profesor de Filosofía y escritor

P.S. Hoy, viernes, el consejo de Ministros del Gobierno de España ha aprobado la reforma de Wert, pactada con los obispos en camarilla. ¡Jesús... de Nazareth! Qué banda... 

                                              ÁGORA DIGITAL MAYO 2013

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