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sábado, 10 de noviembre de 2012

EL HUMORISMO DE DIOS

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DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ, DONDE SE HABLA DE LO DIVINO Y DE LO HUMANO / 19

EL HUMORISMO DE DIOS

Existe una pintura denominada Las caras de Dios (Faces of God). Esta pintura de McDermontt es una de las obras de arte conceptual más célebres del siglo XX, y representa series de números que, al parecer, forman un código secreto divino. Los pitagóricos pensaron que todas las cosas son número; no sabemos si creerían que la Divinidad era también un número perfecto, la clave numérica última y primera, o el señor de los números. 
 
Hoy en día en que la cibernética nos ha familiarizado con el mundo de los códigos numéricos, podríamos creer que si encontráramos el código de Dios acaso podríamos, marcándolo, tener acceso a su Presencia, o al menos a su buzón de voz, a su perfil y a sus datos secretos. Dios, en su actual e infinito buen humor, ríe y comprende con tolerancia que cada época pretenda conocerle de la manera más propia a su mentalidad (la nuestra, de ese modo cibernético-numérico). Dios, en su infinito buen humor y tolerancia, comprende también que los hombres primitivos se lo representaran bajo formas animales o, más adelante, bajo forma humana. Y comprende también, con humor, la primera crítica religiosa, la de Jenófanes de Colofón, al antropomorfismo: si las ranas tuvieran dioses se los imaginarían bajo figura de rana, y los etíopes, que son de piel negra y nariz chata, se representan a sus dioses con ese color de piel y esa nariz chata. 
 
Dios ríe y en su inmensa tolerancia ve las razones de unos y otros, comprende la ingenuidad de unos, la crítica de otros, y hasta la burla y la ironía sobre él las entiende y disfruta de ellas con regocijo divino. Sobre todo, se divierte Dios con las representaciones que le damos, y las caricaturas de esas representaciones le producen un eterno y momentáneo pasatiempo. No ve Dios como bueno que se le prive de ese pasatiempo por culpa del celo intransigente y violento de unos, o por los miedos a la libertad de expresión de otros; como es el caso, nada menos, que del actual secretario de las Naciones Unidas.

Antes de pronunciarse contra los límites de la libertad de expresión en materia religiosa, debía este señor haber reflexionado sobre este punto de un Dios humorista, y por tanto, haber reflexionado si, en nombre de Dios o de sus Imágenes y Enviados, no se le estaba privando a su misma Divinidad de un pacífico y ordenado placer al limitar o prevenir contra las ironías, burlas, caricaturas, paradojas y otros juegos lógicos y humanos de que tanto Dios suele disfrutar en su tiempo infinito.


                                                         Fulgencio Martínez
                                                                     Profesor de Filosofía y escritor